miércoles, noviembre 18, 2009

Momentos inolvidables – Segunda Parte- Por Violeta Merino

Las últimas vacaciones de colegio las pasé en plena dieta, nada de gaseosas ni helados. Con mucho esfuerzo alcancé la meta. En las mañanas iba a la playa y a las clases de natación. En las tardes estudiaba inglés y pasaba por una panadería. Me detenía a mirar las tortas, escogía la que más me provocaba, imaginaba que la comía y seguía mi camino. Las clases de inglés me encantaban. Lo único que no me gustaba era perderme mi serie favorita que daban de lunes a viernes a las tres y treinta de la tarde en el Canal Cuatro “Papá lo sabe todo” (una serie antigua de los años cincuenta, que trataba de una familia norteamericana tradicional y con valores).



Tampoco podía grabarla ya que en ese tiempo no había VHS, ni siquiera Betamax y me la tenía que perder para no faltar a las clases de inglés.

Total, tanta piscina, tanta playa y la dieta me debilitaron y la última semana de marzo me enfermé, tuve fiebre, no pude asistir a la última semana de mi último ciclo de inglés ni pude dar el examen final. En la radio sonaba “Copacabana” de Barry Manilow



y mientras escuchaba el Long Play que me había comprado de la película “Nace una estrella” con Barbra Streisand,



yo pensaba : “¡Qué hago aquí metida en la cama sin hacer nada!”. No quería perderme el examen y mucho menos el primer día de Quinto. Sin embargo, la profesora dijo que el único día que me podía tomar el examen era el primer lunes de abril en la mañana; es decir, el primer día de colegio.

Con tanta ilusión que tenía de ir al primer día de Quinto y que me vieran delgada, tuve que faltar para rendir mi examen final de inglés. En la tarde fui al centro a comprar mis zapatos, por primera vez con tacos. Me parecía raro faltar el primer día de colegio. Traté de no demorarme mucho porque ese día comenzaba una serie de Julio Verne ”Dos años de vacaciones” (Era un ciclo de novelas famosas, se llamaba “Joyas de la Literatura” y lo daban los lunes a las siete de la noche en el Canal Cinco) y no me la quería perder.



Al regresar a casa llamé por teléfono a Flor Guibu para que me cuente las novedades y cerciorarme de que no me habían cambiado de salón. Me contó que había llegado una chica de Estados Unidos ,Jaimie Throgmorton-con quien luego nos hicimos muy amigas y mantuvimos correspondencia por un tiempo- se hospedaba en casa de Hilda Lozano. Me alegré mucho porque sabía que con ella podría practicar inglés y conocer más de su país.

Al día siguiente fui al colegio con Doris Márquez y me sentí muy contenta porque Maritza Otiniano no me reconoció de espalda. Sentí que valió la pena todo el esfuerzo que hice.

Cuando estuvimos en Quinto la Directora fue la Madre Adela. No sé por qué motivo el Ministerio de Educación suspendió las clases por diecisiete días en mayo. En junio apoyamos la huelga del Sutep (a pesar de ser colegio particular). Me sentí muy desconcertada por eso. No me gustaba quedarme en las mañanas en casa y en abril comencé a estudiar francés en las tardes. El tiempo pasaba y la huelga continuaba. Asistíamos al colegio; pero no dictaban clases. En casa decidimos que si no se solucionaba el problema me cambiarían de colegio, para no perder el último año. La idea no me simpatizaba nada; si tanto escándalo hice cuando me cambiaron de salón, qué sería cambiar de colegio el último año y con las clases comenzadas. Felizmente, después de casi dos meses la huelga terminó.

En mayo de ese año, el que menos estaba asustado porque el físico norteamericano Brian Brady pronosticó un terremoto en Perú. En Lima tuvimos terremotos en 1966, 1970 y 1974, es decir, cada cuatro años. Estando así las cosas, la idea del terremoto no parecía tan descabellada. Afortunadamente no pasó nada.

En junio Olga Zumarán salió elegida Miss Perú. Era el tiempo en que las misses, no pasaban por el quirófano.



Por un lado el temor al terremoto; por el otro la ilusión de la participación de Perú en el Mundial de Fútbol de Argentina 78.



Muy pocas personas contaban en ese entonces con televisor a color y en todo caso sólo podían ver a color en las transmisiones vía satélite. Flor Guibu me contaba que veía algunos partidos en casa de un familiar y me decía de qué color eran las camisetas. Ya con eso me contentaba y me preguntaba si algún día yo también tendría un televisor a color.

En una ocasión como Hilda Lozano faltó al colegio, yo acompañé a Jaimie en los recreos. Para suerte mía, Jaimie me dijo que quería descansar del castellano por un rato, así que ese día llevé con ella un curso súper intensivo de conversación en inglés, no hablamos nada en castellano. Y mientras caminábamos en el patio, nos cruzamos varias veces con las amigas inseparables Luchi Ramírez, Carmen Picón y Lili Madrid (siempre riéndose las tres y en complicidad). Por otro lado paseaban Luzmila Hidalgo, Rocío Chalco y Silvia Iturrarán (tarareando una canción). También caminaban un poco preocupadas Flor Guibu, Blanca Guerra y nuestra recordada amiga Zoila Rivas.

Silvia Iturrarán cantaba muy bonito y un día cantó delante de todos “Concierto para una sola voz”, realmente una canción dificilísima. Yo pensé que en la parte más alta ella iba a desafinar; pero me equivoqué y le salió muy bien.



Sin duda, si ella se hubiese dedicado a la lírica hubiera sido una magnífica soprano. Con Silvia fuimos muy amigas, tan amigas que hasta compartimos al mismo enamorado......imaginario; se llamaba Fernando y nos sacaba de apuros cuando lo necesitábamos.

La música seguía presente en todo momento. Norma Palma cantaba: “¡Ya no puedo más!, ¡Ya no puedo más!, de” Vivir así es morir de Amor” de Camilo Sesto.



Gilbert Lanoire interpretaba las canciones de los Bee Gees, Rocío Chalco cantaba: “Sólo tú”



y “Esta tarde, qué tarde” de Matía Bazar



y trataba de convencerme para salir a correr en las mañanas con Silvia Iturrarán al Parque Unión Panamericana. Logró convencerme; pero el entusiasmo me duró un día. Las dos corrían contentas subiendo y bajando las “lomitas”. Definitivamente eso no era lo mío. Y mientras Camilo Sesto nos decía que tenía celos (léase “zelos”) de los ojos de un amigo, del saludo de un vecino y del forro de tu abrigo, yo pensaba lo lindo que debía ser que a una la quieran de esa manera, que siempre estén pensando en una (¿?).





Y sin duda lo que marcó el cambio de una época fue la película “Saturday night fever”. Comenzaba la música Disco. Inclusive cambió la moda. Se pusieron de moda las discotecas. Salió una moda mucho más bonita y juvenil, con colores alegres, comenzaban los brillos. Antes de eso las chicas usábamos las faldas chanel, hasta varios quinceañeros fueron con esa moda, con colores oscuros, moda muy seria, muy formal, nada juvenil.

Un día Ada Díaz contó que había ido a una discoteca. Mientras Adita hablaba se me vino a la mente el tema de Fiebre de Sábado por la noche, “More than a woman”, bailado por John Travolta y mi imaginación voló.



Pensé: “El próximo año iré a una discoteca, me pintaré el pelo, un día seré rubia otro día, pelirroja. Me casaré muy joven, por lo menos tendré tres hijas (tenía varias combinaciones de nombres de mujeres) y si se puede, hijos también. Mientras más joven me case más posibilidades tendré de ser abuela y bisabuela. Celebraré mis Bodas de Oro. Mi matrimonio durará toda la vida. Seré traductora. Seré feliz”. Bueno, debo confesar que nunca fui a una discoteca, jamás me pinté el pelo, me casé a los treinta años, tengo dos hijos varones, soy divorciada, ya no tengo que soportar los celos enfermizos de nadie, soy abogada y soy mucho más feliz de lo que imaginé.

Faltaban pocos meses para culminar el año. Javier Vega dibujaba muy lindo; María Gallegos escribía y dibujaba con ambas manos; Nérida Adianzén (la chica más dulce del salón) se perfilaba como la escritora de la promoción, inclusive ya había ganado concursos literarios a nivel de Lima Metropolitana. Nuestro deportista más destacado, Roberto Novoa se accidentó en las Olimpiadas en la prueba de salto largo o triple. Ricardo Rossi se casó; los profesores le comenzaron a decir “Señor Rossi”. Jessi Portocarrero arrancaba suspiros a los caballeros. Irma Terrones contagiaba a todos con su alegría desbordante. Rossana Scheggia y Luchi Ramírez no paraban de reír. La más chiquilla de la promoción- Marina (Charo) Zevallos- se distinguía por su amabilidad, por su forma tan especial de ser, tan “señorita” ella. Carmen Ochoa contaba las ventajas de tomar leche con plátano licuados en las mañanas para adelgazar y eliminar la barriga. Pedro Verano se convirtió en “Peter Summer”. Renato Tolentino andaba concentrado en sus estudios. Pedro Caro paraba muy callado. Wilfredo Colunga nos hacía reír a todos con sus ocurrencias. Jorge Chilamaza, Tito Morales y Aldo Rueda tenían siempre la sonrisa en sus labios. Gustavo Andrade parecía un poco ausente. Hernán Caballero me hacía reír mucho y a su vez me confiaba sus penas y alegrías y yo me sentía importante al ser algo así como su consejera. Ada Díaz decía que Rosa Bendezú era igualita a mí. Juan Pablo Ochoa dejaba su habitual sonrisa para aconsejarme algunas veces y hacerme pisar tierra; cuando se ponía serio me hacía recordar a Juan Segundo. Aparecieron unos seres extraños, liderados por Giuliana Raggio; los “Androides” (Tzs, tzs, tzs...., tzs, tzs, tzs,....tzs, tzs, tzs).

Había cierta tensión; algunos estudiaban en las tardes en academias de preparación, otros estudiábamos idiomas. Un día Gilbert me acompañó a mi clase de francés y cual “flechazo”, la profesora me preguntaba todos los días: “¿Cuándo traes otra vez a tu amigo?” o “¡Qué simpático es tu amigo!”

Los días pasaban; sentía mucha pena porque se acababa una etapa maravillosa de nuestras vidas. Sabía que sonaría ese timbre que no quería escuchar. Sin embargo, también ansiaba escuchar otro timbre que me dijera que mi pesadilla, mi tortura de tantos años llegaba a su fin. Para mi felicidad también faltaban pocos días para que se acabaran las clases de educación física que tanto detestaba. A la mayoría ese curso le gustaba; para mí era un martirio. Todo me salía mal. Apenas veía el taburete me parecía que me iba a matar, por eso nunca intenté siquiera hacer esos saltos. Dos años antes nos hicieron correr en un estadio de Barranco. ¡Fue horrible! Con Alicia López y María Wu pensábamos regresar en el “Ikarus” y al final nos regresamos caminando. Llegué cansadísima a casa. Mis padres pensaron que yo estaba cansada por haber corrido y no conté hasta mucho tiempo después, que nos regresamos caminando porque no pensábamos estar tan lejos de Balconcillo; ¡me sentí tan tonta!.

Cuando escuché el ansiado timbre al final de la última clase de educación física de quinto, no fui la única en festejar; la alegría que sentimos con Lili Madrid fue indescriptible, las dos estábamos eufóricas. Sin duda ese fue uno de los días más felices de toda mi vida .Giuliana Raggio-a pesar de ser basquetbolista- también se alegró, aunque no tanto como nosotras.

Y así llegó el último día de colegio, con diecisiete años teníamos toda la vida por delante (y la seguimos teniendo). Milagros Revelo se preguntaba: “¿Qué será de nuestras vidas?, ¿Nos veremos?, ¿Quiénes se casarán saliendo del colegio,…?” A estas alturas de la vida esas interrogantes ya se despejaron. Sin embargo la vida siempre está llena de sorpresas y me gusta pensar que lo mejor de nosotros está por suceder.

Momentos inolvidables- Primera parte-Por Violeta Merino

Sonó el timbre por última vez. Se respiraba una extraña mezcla de tristeza, preocupación y alegría. Tristeza porque sabíamos que muchos no nos volveríamos a ver (nadie imaginó que después vendrían la internet y el celular). Preocupación por enfrentar a los exámenes de ingreso a la universidad y principalmente a la vida. Y alegría porque se acababa nuestra adolescencia, ya no estudiaríamos los cursos que no nos gustaban, podríamos estudiar o hacer lo que quisiéramos (ya no nos pondríamos más ese uniforme único con ese color tan feo).

Unos lloraban, otros reían. Algunos se pintaban las blusas y camisas. Nos escribíamos recordatorios en nuestros cuadernos (aún conservo el mío). Ya a la salida, en el patio, estando con Mónica Cárdenas, se me vinieron a la mente una serie de recuerdos de los últimos años y ese último día a diferencia del primer día de clases no era Mónica -la chiquita de blanco- quien lloraba sino yo, y así como a mí me llamó tanto la atención su llanto de niña, Mónica (me lo dijo hace un par de años) no entendía el porqué yo lloraba tanto.

Recordaba cuando el año anterior, al entrar a Cuarto, en la formación, creo que fue el profesor Vera quien llamó a los alumnos a su salón, yo daba por descontado que me iban a llamar a mis sección “B” y cuando dijeron los nombres de la sección “A” y escuché el mío sentí una desazón, pensé que se trataba de un error; pero no fue así, me habían cambiado de salón. Traté de evitarlo; pero llegué con los ojos llorosos, (aunque pensé que nadie lo notaría) y encontré muy sonrientes a Mónica, Silvia Iturrarán y Roxana Vizcarra recibiéndome con cariño.

Yo les decía a las chicas que seguro había un error y que regresaría a mi sección “B”. Conmigo llegaron: Liliana Madrid, Giuliana Raggio, Wilfredo Colunga, Gilbert Lanoire (del “C”) y también Irma Terrones, Javier Vega, Luis Flores y Roberto Novoa del “B”. Todos llegaron bien, ninguno se hizo problema. La única con cara triste fui yo (en esa época por todo hacía una tragedia). Por más que traté por todos los medios de que me regresaran a mi salón no lo permitieron. El profesor Coloma que en ese tiempo era el Director del colegio me decía que definitivamente no me cambiarían de salón, aunque al verme tan triste me permitió salir a los pasadizos entre clase y clase si yo lo deseaba, para airearme un rato. Y así lo hice muchas veces.

La primera semana me sentí muy mal. Al profesor Coloma le daba pena verme triste y pienso que se sintió mal por eso. Lo que sí me gustó es que ese año nos dieron el salón del tercer piso; éramos los únicos allí y era un salón muy grande; años después lo dividieron en dos. En la segunda semana me adapté y comencé a sonreír. Me daba risa por ejemplo, cuando por cada cosa que hiciera Sergio Saona todos gritaban:” ¡Saooona!, ¡Saooona!, ¡Saooona!”.

El salón “A” era musical. A comienzos del año Roxana Vizcarra se sentaba detrás de mí y llevaba un radito y lo prendía a bajo volumen en plena clase. A mí me daba risa y me sorprendía que lo hiciera; yo jamás me hubiera atrevido. Siempre sintonizaba Radio 1160 y cada hora escuchaba “Sir Duke”, de Stevie Wonder, que era la “canción de la semana”.



También escuché a cada rato “Winter Melody” de Donna Summer.



En mayo, nuestro tutor, el Profesor Tirado le dijo a Alberto Ugarte que era el brigadier del salón que cambie los sitios y ya no supe más si Roxana siguió escuchando canciones en su radio.

A pesar de que yo no estuve los tres primeros años en la sección “A”, sé por Julio Gastiaburú que cuando estaban en tercero, Elena Cuadra le dijo a la Srta. Enma Pajuelo que había conseguido la letra de una canción muy pegajosa en inglés y la Miss le permitió copiar la canción en la pizarra. Como no sabían el nombre de la canción le pusieron por nombre “UUUUUU” y así, con ese título la encontró Julio en las cuatro o cinco hojas en blanco que quedaban al final del libro de inglés para las anotaciones. Y todos se pusieron a cantar la canción a “capella”. Desde la tierra gaucha cada que nuestro amigo escucha “If you leave now” de Chicago, recuerda ese momento de tercero de secundaria. A propósito, ¿Alguien sabe porqué a Julito le decían “Richard Kimble”? No sé si lo llamarían así por su parecido al actor de la serie “El fugitivo”; por lo que fugaba disparado a la salida del colegio o tal vez fue una premonición ya que después de tantos años lo veríamos “fugado” de personalidad, de extremadamente introvertido a completamente extrovertido.

Ese año, aparte de las 2 horas de inglés, llevábamos cinco horas de “inglés comercial” (con un libro verde) con la Miss Juana y nos tocaba las dos últimas horas de los viernes. Ella o alguien llevaba un radio o tocadiscos y escuchábamos canciones de moda en inglés. Parecía una fiesta, creo que a todos nos gustaba terminar de esa manera la semana. Y todos estaban detrás de las letras de las canciones que las conseguíamos en los cancioneros “Funky Hits”. A Alberto Ugarte le encantaba la canción: “I like dreaming” de Kenny Nogan

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cuando le conseguí la letra se alegró mucho y cada vez que la escuchaba se emocionaba y los ojos le brillaban.

“You’re my world” de Helen Reddy era una canción muy romántica y como no podía ser de otra manera a Betzy Vargas (la más romántica del salón) la canción le encantaba .



En ese tiempo estaba en todo su apogeo la elección de “La más más” de Radio Panamericana. No parecía tan importante decir qué canción ganaba en determinada emisora, sino cuál era “La más más”. Y parecía trascendental saber qué canción sería la ganadora. Para Liliana Madrid la canción ganadora debía ser :”The year of the cat” de Al Stewart



, para Gilbert Lanoire: “Girl, you’ll be a woman soon” de Neil Diamond (una canción antigua que se puso nuevamente de moda en ese año)



y para mí la canción ganadora debía ser “I just want to be your everything” de Andy Gibb.



Y para los tres el tema de la elección era cosa de vida o muerte. Bueno, debo decir, que “La más más” de 1977 fue......”I just want to be your everything”. Lo siento Lili, para la próxima será. Como premio consuelo te puedo decir que tu canción favorita ganó en Radio Miraflores y en 1160.

En Cuarto también nos enseñaron a escribir a máquina con un método muy conocido de las “Escuelas Americanas”. La “asistente” era Juana Pando. Ella nos enseñaba a todos. Quién nos hubiera dicho que al pasar los años, Juanita y Yayo también nos podrían enseñar “Cómo lograr un matrimonio estable y feliz con el enamoradito de colegio”.

Había un curso que se me hacía muy complicado, no entendía nada; sin embargo la clase se hacía divertida cada vez que el profesor enseñaba algo, al escribir sus fórmulas en la pizarra, Raúl Wong levantaba la mano para hacerle ver que lo que estaba diciendo estaba mal. Y eso pasaba a cada rato. Apenas Raúl levantaba la mano todos coreaban: “¡Chino!, ¡Chino!, ¡Chino!” También recuerdo que Raúl llevaba una araña en un pomo y la observaba detenidamente. Asimismo lo vi leyendo libros de química en inglés.

Y las famosas exposiciones, ¡qué aburridas! En un tiempo, aproximadamente en mayo, me di cuenta de que cada vez que le tocaba exponer a alguna de las chicas tranquilas, Hernán Caballero desde su asiento les hacía muecas, supongo que para molestarlas, o tal vez para que se olviden de lo que tenían que exponer. Cuando me tocó exponer, Hernán comenzó con lo mismo. Dejé de hablar y le clavé la mirada en los ojos, inmediatamente se dio cuenta y dejó de hacerlo. Desde allí creo que nunca más volvió a molestar a nadie y a partir de ese momento nos hicimos grandes amigos.

Desde mi punto de vista sólo hubo una exposición, de lejos la mejor de toda secundaria. El tema fue la Segunda Guerra Mundial y nunca vi a ningún alumno involucrarse ni apasionarse tanto en un tema. Definitivamente Félix Medina se lució aquella vez.

Desde que entramos a secundaria yo comencé a engordar, no comía por hambre, sino por ansiedad. En cuarto yo sentía que iba a reventar. Tranquilamente comía 14 panes diarios, quería dejar de comer y no podía. Todos los días me decía a mí misma: “Mañana comienzo una dieta” y el mañana nunca llegaba. Hasta que un día de noviembre dije “basta” y fui a un doctor. Lo primero que dijo es que me debían hacer la prueba de tiroides. Yo sabía que la prueba sería inútil. El resultado no hizo sino confirmar lo que yo sabía: mi problema no era de tiroides sino de “tragoides”. Seguí al pie de la letra el tratamiento. Esa Navidad no comí ni un pedazo de panetón, mi ilusión era llegar delgada a Quinto.

El último día de Cuarto le dije al profesor Coloma que no me cambie de salón el siguiente año, que quería quedarme en el “A”, que ese salón me gustaba mucho. Me miró fijamente y en sus ojos leí: “Todo el año me has molestado por gusto”.