martes, setiembre 09, 2014

EL DÍA MÁS FELIZ DE MI NIÑEZ, por Violeta Merino




La Madre Agatha nos preparó en Segundo de Primaria para la Primera Comunión. Creo que al comienzo todos sentimos miedo porque la Madre era un poco malhumorada y se ponía muy; pero muy roja cada vez que se molestaba. Finalmente no hubo razón para ningún temor, pues la Madre Agatha resultó muy cariñosa con nosotros.
El domingo 30 de agosto de 1970,  día de Santa Rosa de Lima, hicimos nuestra Primera Comunión. 



Por más que trato, no puedo recordar con qué canción recibimos la Eucaristía. Mi mamá, que hizo su Primera Comunión el 11 de noviembre de 1936,  me contó que cuando ella recibió la Comunión cantaron: “Oh buen Jesús yo creo firmemente, que por mi bien estás en el altar…” Mis compañeros de colegio me hicieron creer que yo tenía buena memoria; pero ¿Cómo es posible que mi mamá se acuerde y yo no?
No voy a relatar la ceremonia en sí porque todos pasamos por lo mismo y nuestros hijos también. Puedo decir que fue un momento que yo esperaba con ansias, pues mi mamá siempre nos llevó a Misa (generalmente íbamos a la Parroquia San Ricardo , con el Padre José) y nos ponían a mi hermana y a mí una mantilla en la cabeza. Yo ya quería comulgar.
Aquella tarde del 30 de agosto , mi mamá preparó torta de canela (habían unas cajas para hacer queques Happy Birthday). Mi mamá siempre nos hacía estas tortas para los cumpleaños: había de chocolate, naranja y vainilla. Recién había salido el sabor de canela; lo escogí para mi torta y mi mamá hizo dos queques, puso uno encima del otro y lo cubrió de merengue. Compramos también pasteles en una pastelería que  ya no existe; ahora hay un grifo.
Lo más probable es que en la noche haya visto El Topo Gigio

y luego Daniel Boone    (Siempre veía esos dos programas los domingos en las noches).
Si tuviera que escoger el día más feliz de mi niñez no me cabe la menor duda que ese fue el día en que hicimos la Primera Comunión. No me cansaba de mirar las  estampitas que intercambiamos; la torta y los pasteles me parecieron deliciosos. Disfruté mucho la pequeña celebración que me hicieron en  casa ; en ella lo que más sobraba era amor. Una vez más compruebo que la felicidad está en disfrutar   las cosas simples de la vida. Y lo más importante de todo, el recibir el Cuerpo y Sangre de Cristo, que es mi fortaleza, mi “seguro semanal” contra los problemas y adversidades.
Todos los años, cada 30 de agosto, al momento de comulgar, en ese momento pido por mis amigos y compañeros de toda la vida de Nuestra Señora de Guadalupe (Reina de las Américas). Es una costumbre  que espero nunca perder.
¿Y cómo fue el año 1970? Nosotros en verano solíamos ir a la playa (La Herradura) de lunes a viernes, nunca íbamos los fines de semana. Habían muchas canciones playeras, como la de Los Diablos, que al escucharlas me parece que estuviera jugando con la arena y en el mar; cuando nos echábamos aceite y el bloqueador no existía. 

 Nos cambiábamos en unas carpas que parecían hornos (era lo único que me disgustaba de la playa). Sin embargo, los rayos del sol antes no eran tan agresivos como lo son ahora.
El jueves 15 de enero una fortísima e inusual lluvia nos sorprendió a todos. Mi papá y mi hermano Óscar fueron a la fiesta de quince años de mi prima Yanira. Yo estaba viendo “Tierra de Gigantes” en la televisión
    y miraba por la ventana cómo las pocas personas en la calle  regresaban a sus casas apuradas para protegerse de la lluvia y pensaba cómo la estaría pasando mi prima en su fiesta en el Hotel Riviera.
En ese año, cada que escuchaba “Esta tarde vi llover”, de Armando Manzanero

 mi mente volvía a esa noche inolvidable    de lluvia. Y los periódicos decían que una lluvia de esa magnitud no se presentaba en Lima desde hacía 40 años.
Algo que recuerdo mucho de ese año son los pelícanos que veía caminando por la ciudad. ¡Qué locura!
Algunas canciones que se escuchaban en la radio, tal vez del año anterior fueron: Va cayendo una lágrima en tu mejilla de los Iracundos (siempre que escucho esta canción recuerdo a mi prima Marita que la canta muy bonito, con un estilo muy peculiar).


El domingo 31 de mayo un terremoto muy fuerte sacudió Lima. A los dos días Perú debutó en el Mundial de México 70. Se vivía una fiebre por el fútbol. Un chocolate se puso de moda para esa época: Golazo de Motta. En medio de tanta tristeza nuestra selección nos dio una gran alegría. Digo “nos” aunque en ese tiempo yo no veía los partidos. Por todas partes se escuchaba el “Perú Campeón”.
Dicen los entendidos que el partido que jugó Perú con Brasil (campeón de ese mundial, con Pelé, con la mejor selección de Brasil de todos los tiempos) fue uno de los mejores partidos. El partido fue en la tarde del domingo 14 de junio y todos estaban prendidos del televisor. La calle estaba desierta. Mi amiga Jenny y yo éramos las únicas personas jugando en la calle .En dos momentos todo retumbó, parecían terremotos…y en realidad fueron los gritos de las personas por los dos goles que metió Perú.

 ¡Qué daría ahora por ver a nuestra selección en un Mundial de Fútbol!
En la década del 70 había muy buena música, En casa se escuchaba de todo, había para todos los gustos: música clásica, criolla, canciones en inglés y en castellano. En ese tiempo yo no prendía la radio, tal vez por eso me llamaban más la atención las canciones simples en castellano que  podía cantar. Algunas canciones que recuerdo haber escuchado y me gustaban en ese año son:
“Ding dong son las cosas del amor” de Leonardo Favio.



“Voy a pintar las paredes” de los Tíos Queridos. Esta canción ahora no me hubiera gustado nada; sin embargo cuando era niña la música era pegajosa y fácil para cantar.


“El sonido del Silencio” de Simon and Garfunkel.



“Cómo somos” de Fedra y Maximiliano




“Rosa, Rosa” de Sandro. 


“Oye cómo va” de Santana. 

A mí me gustaba mucho el colegio; sin embargo también me gustaba faltar. Cada que me enfermaba mi mamá me compraba una botellita de jugo Watts, manzana California (que venía envuelta en papel sedita) y  chistes de la Pequeña Lulú y Archie. Pero lo que más me gustaba era ver “Natacha”

 la telenovela peruana que daban en las tardes (aprovechando que mi papá estaba en su trabajo, ya que él no nos dejaba ver telenovelas, hasta que después de dos años logramos que nos dejara ver Nino y un año después lo convencimos para ver Esmeralda con nosotros).
Para todos los padres y especialmente para el mío, tan lindo y maravilloso, “Mi viejo” de Piero,  que sonó mucho en la radio ese año y que le gustaba tanto a mi papi.


 También escuchaba en Radio Programas del Perú cuando faltaba al colegio “La Doctora Corazón”.
En esa época en los hogares había un solo televisor y todos  nos poníamos de acuerdo para ver el mismo programa. Cuando nos enfermábamos y peor aún cuando estábamos con fiebre, mi mamá no nos dejaba salir del dormitorio. El único televisor se encontraba en la sala y sin embargo nunca dejamos de ver ningún programa. ¿Cómo pudimos ver los programas desde el dormitorio si el único televisor estaba en la sala? Muy fácil: mi hermano César se las ingenió para poner en las habitaciones espejos - uno reflejando al otro- hasta llegar a los dormitorios. Subíamos el volumen del televisor de la sala y el enfermo veía y escuchaba cualquier programa. Esa fue nuestra “alta” tecnología.
En 1970 se separó el mejor grupo musical de todos los tiempos, Los Beatles, dejándonos tantas lindas canciones, una de ellas Let it be, que justamente la película del mismo nombre ganó ese año un Óscar a la mejor banda sonora adaptada. 


En esa época estuvieron de moda los festivales de canciones. En 1970 saltó a la fama José José, quien participó en el Festival de la Canción Latina y aunque fue ovacionado por el público, incomprensiblemente quedó tercero, con su canción El triste.  

Mientras tanto, en el Festival de Eurovisión, Julio Iglesias quedó cuarto con su canción “Gwendolyne”. 

En Perú también tuvimos el “Festival de la Canción de Ancón”; ese año ganó el vals “Qué importa! De Juan Mosto.  


Una de las mejores voces, no solo de España sino de todos los países de habla hispana es sin duda Rafael; una de sus canciones de la época es “Ave María”. 


Para terminar, una canción que puedo escucharla mil veces y nunca me cansará es “Cómo has hecho” de Doménico Modugno.  


¿No es linda la canción? Seguro  mis hijos dirán: ¿Otra vez el viejito con bigotes?

Bueno, espero que les haya gustado esta pequeña reseña del año 1970, año de mi Primera Comunión, que la recuerdo cada año con mucho cariño. Ese año fue muy lindo (a excepción del terremoto).En esas épocas casi todos los niños vivían con sus padres y salían libremente a las calles a jugar. Los padres tenían más tiempo para conversar y jugar con sus hijos. No se hablaba de “vacaciones útiles” los chicos no necesitaban eso, bastaba con ir a la playa, jugar en la calle con los amigos. Sin tanta tecnología la familia permanecía más unida. En las reuniones todos conversábamos, no existían los celulares ni mucho menos la internet ni redes sociales que muchas veces  nos aleja de las personas más cercanas. En cuanto a la educación, me parece que en los colegios nos enseñaban menos que ahora y sin embargo los alumnos aprendíamos más. Los profesores eran capaces de gobernar un salón de hasta cuarenta personas y casi ni se necesitaba de un psicólogo que dijera que el alumno tenía “baja autoestima” u otros problemas. Tampoco se veían casos de “bullying”. La música era muy buena. 1970 fue el último año del horario partido en los colegios. En la televisión habían muy buenos programas educativos y de entretenimiento (el término “televisión basura” no existía); no había morbo ni violencia.  Las noticias de espectáculos trataban sobre los artistas, sus presentaciones y no sobre sus escándalos. Los titulares de las noticias no eran los asesinatos, ni asaltos, ni tanta violencia como vemos ahora. Las chicas no hablaban lisuras y tenían más pudor. En fin, esa linda época ya pasó y cada época tiene su encanto.

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